miércoles, 29 de diciembre de 2010

LA NOSTALGIA VENDE


2011 ha traído dos coleccionables de tebeos aún más pretéritos que los de mi infancia. Son los que leían mi madre o mis tíos, el TBO (había otros, el DDt, Din-Dan, Tío-Vivo, Pumby) que un hermano de mi abuela les tiró para que estudiasen y se dejasen de acumular TBOs bajo la cama. También ha salido otra colección de Roberto Alcázar y Pedrín, que mi padre leía bastante. Merece la pena hacerse por lo menos con la primera entrega de cada uno.

lunes, 20 de diciembre de 2010

El viejo amigo Haddock, por Arturo Pérez Reverte


Siempre he dicho que, en un incendio, salvaría a Mordaunt, mi perro, y la colección completa de las aventuras de Tintín: todos los volúmenes en su antiguo formato, con tapa dura y lomos de tela. Alguno de los más viejos aún tiene pegada la etiqueta con su precio original: 60 pesetas. Caían en mis manos dos o tres veces al año –juntaba cien pesetas el día de mi santo y cincuenta cada cumpleaños–, cuando, sonándome las monedas en el bolsillo de los pantalones cortos, me paraba ante el mostrador de madera donde el librero, el señor Escarabajal, me mostraba los ejemplares para que eligiese uno, antes de salir a la calle con él en las manos, aspirando el olor maravilloso a buen papel y a tinta fresca que, desde aquellos primeros años –editorial Juventud, Mateu, Bruguera, Molino–, asocié siempre con el viaje y la aventura. Y viceversa: más tarde, cuando aterrizaba en lugares lejanos o desembarcaba en puertos exóticos, a menudo los vinculé con aquel olor a papel y aquellas páginas. No es extraño, después de todo, que para un reportero tintinófilo contumaz, el primer viaje profesional fuese al País del Oro Negro, y que la primera vez que puse pie en los Balcanes, el pensamiento inicial fuese que había llegado, por fin, a Syldavia.


Aún los hojeo de vez en cuando, sobre todo mi favorito: Stock de coque. Me gusta mucho ese volumen porque lo considero el más equilibrado y perfecto, pero sobre todo porque su protagonista principal es el mar, y porque además de Piotr Pst –ametrallador con babero– y viejos amigos como el general Alcázar, Abdallah, Muller, el malvado Rastapopoulos y el comerciante Oliveira de Figueira, aparece todo el tiempo el capitán Haddock. Y les juro a ustedes que una de las razones por las que me eché una mochila a la espalda y puse un pie delante del otro, fue porque iba en busca de un amigo como ése. Porque quería conocer al Haddock que la vida podía tenerme destinado en alguna parte.

Lo encontré, desde luego. Varias veces tuve ese privilegio. Unos se le parecieron mucho y otros menos. Unos siguen vivos y otros no. Unos le pegaban al Loch Lomond y otros manejaban con soltura los epítetos de sajú, vendedor de alfombras, paranoico e imbécil. Cada cual tuvo su registro. Pero en todos ellos, en cada compañero fiel que la vida me deparó en mi juventud, cada vez que alguien estuvo junto a mí, hombro con hombro, cuando un avión Mosquito del Jemed viraba sobre la popa de un sambuk para ametrallarnos en el mar Rojo –¡cuántas veces no me sentí dentro de esa viñeta inolvidable!–, pude reconocer al marino gruñón y barbudo que acompañó tantas horas felices y tantos sueños de mi infancia, desde el día decisivo y magnífico en que lo conocí a bordo del Karaboudjan, buscando luego el aerolito misterioso en el puente del navío polar Aurora, acompañándolo después –o quizá me acompañó él a mí– tras el rastro del Unicornio al mando del Sirius de su amigo el capitán Chester, esquivando en otra ocasión los torpedos del submarino pirata, marcha adelante y marcha atrás, con el telégrafo de órdenes del Ramona, o repeinado con raya en medio y uniforme de gala en la sala de marina del castillo de Moulinsart, allí donde Bianca Castafiore –el ruiseñor milanés– estuvo a pique de llevárselo al huerto, según reportaje de Paris Flash, con fotos de Walter Rizotto y texto de Jean-Loup de la Battelerie.

El otro día ocurrió algo extraño. Recibí una carta de un joven lector, asegurando que a veces, en algunos de estos artículos, cuando despotrico sobre zuavos, bachibuzuks y coloquintos, le recuerdo al capitán Haddock. Con barba y todo, añadía el amigo. Y me dejó pensando. Después fui a la biblioteca, saqué Stock de coque y lo hojeé un rato. Dios mío, pensé de pronto. El capitán, al que siempre vi como un hombre mayor, viejo y curtido por el mar y la vida, ya es más joven que yo. Él sigue ahí, en los libros de Tintín, sin envejecer nunca, con su barba y su pelo negros, su gorra y su jersey de cuello vuelto con el ancla en el pecho; mientras que la imagen que me devuelve el espejo, la mía, tiene más arrugas, y canas en el pelo y en la barba. Canas que Archibald Haddock, capitán de la marina mercante, no tendrá jamás. Soy yo quien envejece, no él. Ya no soy Tintín, ni volveré a serlo nunca. Soy yo quien ha pasado, con el tiempo, al otro lado de las viñetas que acompañaban mi infancia. Y mientras devuelvo el álbum a su estantería, me sube a la garganta una risa desesperada y melancólica. Mil millones de mil naufragios

LOS COMPAÑEROS DE AVENTURAS


Pérez Reverte responde sobre qué es la amistad para él en su foro en www.capitán-alatriste.com y sigue hablando de tebeos, dando un punto de vista original de la vida como proyección de los amigos que soñamos tener en la infancia. Ya sé que me repito con Reverte, pero es que ha escrito los dos mejores artículos sobre Tintín que existen (uno sobre Haddock y otro del museo de Tintín) y no todos los días un escritor best-seller y miembro de la Real Academia se digna a reivindicar las lecturas "menores" sin avergonzarse de ello. Vamos, que Gibraltar no es español porque Pérez Reverte está ocupado en otras cosas, que si no... ja, ja,

Yo me crié, como tú, leyendo libros de aventuras, y de compañeros estupendos, de ‘Hazañas bélicas’, y de ‘El capitán Trueno’ y ‘El Jabato’, y eso del héroe y los amigos –Tintín y su Haddock, El Jabato y su Taurus y su Fideo de Mileto y su Claudia la romana guapa, el capitán Trueno con su Sigrid, reina de Thule, con Goliath y con Crispín- hacía que no te sintieras solo, y cuando éramos pequeños algunos de nosotros como lectores deseábamos tener esa compañía futura. Algunos, los que nos mantuvimos más infantiles en cuanto al concepto del mundo, hemos pasado buena parte de la vida intentando detectar a nuestro alrededor ese tipo de personajes, amigos y compañeros. Supongo que es una búsqueda desesperada para no estar solo, y cuando ya eres mayor y te das cuenta de que el mundo evoluciona y que se parece muy poco a las ideas que tenías de pequeño, también te das cuenta que en esa desesperación, que te da la lucidez cuando la tienes, esa búsqueda de amigos es una especie de afán desesperado por llenar los huecos que la vida te va dejando. Y al final, cuando ya tienes edad para mirar para atrás y hacer un balance más o menos ecuánime de tu vida, te das cuenta que los amigos son lo más valioso, que el valor de la vida de un ser humano se puede medir en función de los amigos que ha ido acumulando en ella. Uno vale lo que valen sus amigos. A partir de cierta edad, quiero decir, uno vale lo que sus amigos lo respetan, y uno se dice: ‘Si estos tíos, Julio, Pepe, Fulano, Mengano, Fulanita, Zutanita, me quieren y harían por mí esto o lo otro, si son mi Fideo, mi Taurus, mi Crispín, mi Goliath, mi Sigrid o mi Claudia, si lucharían e incluso morirían por mí, algo bueno tendré.’

EL INSPECTOR ARDILLA


Existen algunos dibujos animados fascinantes por su diseño de personajes, aunque luego sean aburridos. Es el caso de Scooby Doo, el Inspector Gadget, o Hong Kong Phuey. El Inspector Ardilla conocido también como el Agente 000... Es el James Bond de los dibujos animados. Su ropa esta llena de trucos. Desde su abrigo puede salir un cohete, de su sombrero un arma, etc. Siempre me gustaron los dibujos versátiles, como Sport Billy, que podía sacar cualquier cosa de su maletín, como el mago gafitas de "Dragones y mazmorras" que sacaba lo que fuese de su sombrero. Secret Squirrel tuvo un intento (infructuoso) de volver en los 90, pero todos sabemos que la magia de Hanna-Barbera pertenece a los 60 y los Picapiedra antiguos.

martes, 14 de diciembre de 2010

¿Es Harry Potter un plagio?


A pesar de que parece son evidentes los paralelismos entre el joven mago y la saga del El Juego de Ender de Orson Scott Clark, cambiando magia por tecnología fantástica, hay una serie de cómic muy anterior a Potter llamada Books of Magic, cuyo protagonista, Tim Hunter, es Harry calcao. Y como el mago es más popular, en los tebeos se apresuraron a hacer crecer al protagonista para distanciarse de las películas. Esto demuestra que J.K. Rowling era una ávida consumidora de tebeos, porque ¿qué es Hogwart, sino la Escuela del Profesor Xavier para Jóvenes Talentos?

lunes, 13 de diciembre de 2010

EL DOCTOR HANK PYM


Me gusta mucho (debo ser de los pocos) lo que ha hecho Dan Slott con Hank Pym, que era un personaje al que tenía cariño desde chico Recuerdo que me molaba que fuera por ahí con su mono rojo lleno de bolsillos con artefactos encogidos que luego aumentaba. Incluso me gustaba antes, en la época malísima (steve englehart en avengers west coast) en que quisieron hacer de él una suerte de DR. Who, con bufanda y tal. Y es que es el héroe marvel que más encarnaciones ha tenido: Hombre Hormiga, Hombre Gigante, Goliat, Chaqueta Amarilla, y ahora "avispa". Engreído, genial, redimido de su pasado, humano.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

EN ESTAS FECHAS TAN SEÑALADAS...

Ahora que llegamos a estas fechas tan señaladas (en rojo) en el calendario, me congratula recordaros el especial navidad más bizarro que recuerde en mi carrera de lector de comics, el Lobo Paramilitary Christmas Special.

En los ultraviolentos comics de los 80 y principios de los 90 Lobo, un antiguo personaje que debutó en los Omega Men de la mano de Keith Giffen y Roger Slifer, era el testigo de la decadencia del grim and gritty en los comics (ya sabemos que cuando llega la parodia es síntoma de que la tendencia está muriendo). Lobo era un mercenario galáctico amoral que perdió la gracia en el momento en que le dieron serie regular. Siempre funcionó mejor como protagonista de series limitadas y especiales. Recuerdo que en el instituto estábamos enganchados a Lobo, y todos queríamos dibujar como Simon Bisley, tios enormes muy cabrones y fumando los puros más grandes que hubiera.

En el especial al que me refiero, el Conejo de Pascua contrata a Lobo para que se cargue a Papá Noel porque según él la popularidad de las navidades hunde su negocio de pascua.

Aquí tenéis la portada



Y una joyita: la adaptación hecha por estudiantes del American Film Institute a imagen real, con subtítulos en español. Es sólo la primera parte, pero en vídeos relacionados encontrareis la segunda.