lunes, 28 de diciembre de 2009

WALT DISNEY (I): Contra viento y marea.


Para empezar por el principio, debo decir que mi conocimiento del mundo del cómic es enormemente más tardío que el de los demás colaboradores del blog, y por lo tanto, tal como muchos estaréis viendo, me quedo más con lo de "nostalgia" que con lo de "comiquera". De cine entiendo un poco más, y si tengo que buscar mis equivalentes de infancia a todas aquellas viñetas que consumían mis colegas, no tengo reparo en decir que el mundillo de Disney tenía su parte. Decir eso hoy en día viene a ser como declararse fan de Hannah Montana, pero en aquella época los dibujos de Disney representaban fantasía e imaginación, y no consumismo y agilipollamiento forracarpetas.

-Chúpate esa, DaVinci.

Walter Elias Disney nació en 1901, según sus biografías oficiales en Chicago, según la leyenda urbana (y parece que también según él mismo) en algún lugar cercano a Tabernas o Mojácar, Almería. Junto con su hermano Roy, fundó la Walt Disney Company, pionera de la animación. Debe recordarse que por aquel entonces no se entendían los dibujos animados como una forma de entretenimiento infantil, sino como un divertimento para todos los públicos, sobre todo humorístico. Mientras se asentaba a nivel económico, Disney fue dando rienda suelta a lo suyo con las llamadas "Sinfonías tontas" (Silly Symphonies), entre las que destaca este macabro número musical:


Los primeros cortos de Disney contaban también frecuentemente con un personaje, Oswald, el conejo afortunado, que acabaría dando lugar al emblemático ratón Mickey, cuyo debut también es conocido:


El caso es que los estudios de Disney fueron responsables del primer largometraje de animación de la historia, que no es otro que Blancanieves y los siete enanitos (1937), una verdadera joya artística cuya sombra se alarga hasta nuestros días.


Todo el mundo pensaba que aquella idea era descabellada por las innovaciones técnicas que requería -tales como aprender a animar figuras humanas realistas por primera vez- y se daba por hecho que Disney se iba a arruinar. Pero contra viento y marea, Disney consiguió unos préstamos (con una versión tosca de la película bajo el brazo) y logró un exitazo en taquilla. Ya con la máquina en marcha, el siguiente paso fue Pinocho (1939) que algunos consideran la más redonda de las películas realizadas por Disney, tierna y oscurantista a ratos.


Mientras los cortos de Mickey, Donald, Goofy y Pluto seguían cosechando aplausos, la cabeza de Disney no paraba de hilar ideas: quería dar el salto definitivo hacia el cine plenamente adulto, vanguardista incluso, y se embarcó en la realización de Fantasía (1940), una mezcla de animación -en algunos casos abstracta- y música clásica que es, además, mi película de dibujos animados favorita de toda la vida. Algunas secuencias son terroríficas, y otras evidentemente eróticas. Incluso vemos algún que otro torso desnudo en pantalla.

Cartel del reestreno de Fantasía en su 50 aniversario.

Otra vez contra viento y marea, Disney se empeñó en que solamente se exhibiese en cines con un equipo de audio especial, el Fantasound, y se concebían los pases como si fuesen espectáculos musicales, dando incluso folletos con el programa a los espectadores. Pese a que la calidad cinematográfica del filme es demoledora, los resultados económicos no acompañaron, y la película se convirtió en una especie de obra maldita, con numerosos recortes de metraje a lo largo de los años que solamente se han subsanado hace poco con la publicación en DVD de la versión íntegra, que, a modo de extra, incluye esta sección que se daba por perdida desde 1940:


Cabe preguntarse qué habría sido del mundo de la animación, y del entretenimiento en general, si Fantasía hubiese sido un verdadero éxito entonces. El caso es que, a partir de esta decepción, Disney tomó una decisión de las que marcan para siempre la obra de un creador: los estudios Walt Disney se centrarían en el universo infantil: Dumbo, Cenicienta, Bambi, etc., y se fundarían los famosos parques temáticos Disneyland (en California) y Disneyworld (en Florida). Todo por la chavalería, con lo bueno y lo malo que eso iba a suponer.

Cartel de un corto de Oswald, el conejo afortunado.

Disney falleció en 1966, en la época del estreno de El libro de la selva. Tiempos vendrían en los que la capacidad de arriesgar que siempre mostró el viejo animador se vería puesta en entredicho por las decisiones de sus sucesores.

Continuará...

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